Correr con el corazón: Más allá de los kilómetros

Correr con el corazón: Más allá de los kilómetros

Hay días en los que correr es fácil, en los que el viento a favor y las piernas responden como si fueran alas. Pero también hay días en los que cada kilómetro pesa, en los que la mente juega en contra y el corazón duele más que los músculos. Y justo en esos días es cuando encontramos nuestra verdadera fuerza.

Soy mamá, tengo 40 años y correr se ha convertido en mi refugio, en mi momento, en mi terapia. Pero esta vez, en mi octavo maratón, la prueba no fue solo física, sino emocional.

Cuando el cuerpo dice no, pero el alma sigue adelante

Desde el kilómetro 15, la fatiga comenzó a instalarse. Veía a mis seres queridos alentándome, pero las ganas de seguir se desvanecían. En el kilómetro 21, las lágrimas no se hicieron esperar. Me encontré hablando con mi mamá, quien ya no está conmigo físicamente, pero cuya voz todavía resuena en mi mente.

"Mamá, ¿por qué te fuiste? Teníamos tantas cosas por hacer..."

Cada paso se sentía más pesado. La tristeza parecía ganar la batalla, y la meta se sentía inalcanzable. En el kilómetro 28, mi esposo y mi hijo estaban ahí. "Si pasamos este, seguimos", me dije. Y aunque las piernas dolían, el amor de correr con mi hijo y la determinación me empujaron.

 

La mente es la clave

Entrando al último tramo, el pensamiento de abandonar me invadió. Vi un camión y por un momento pensé en subirme. ¿Qué hacía ahí sufriendo cuando podía parar? Pero justo en ese instante, la voz de una amiga resonó en mi cabeza:

"No abandones la ruta. Sigue la ruta. No te salgas."

Así que seguí.

La gente en el campestre no dejó de alentar, recordándome que no corría sola, que había personas creyendo en mí, incluso cuando yo dudaba.

El último tramo: Cuando el corazón manda

Kilómetro 40. Mi esposo me dejó ahí y me dijo que podía lograrlo. Tenía piernas, pero mi mente estaba agotada. "No puedo", me repetía, pero mis pasos seguían avanzando.

Los últimos kilómetros fueron un reto más grande que cualquier entrenamiento. Pero cuando crucé la meta, supe que no solo terminé un maratón más, sino que vencí mis propios límites.

Correr es un reflejo de la vida

A veces, queremos rendirnos. A veces, pensamos que no podemos más. Pero si damos un paso más, luego otro y otro, descubrimos que somos más fuertes de lo que imaginamos.

Para todas las mamás corredoras que sienten que el camino es difícil: sigan adelante. Nuestros hijos nos ven, aprenden de nuestra resistencia, de nuestra determinación, de nuestra pasión. No se trata de tiempos ni de medallas, sino de demostrar que nunca nos rendimos.

Porque correr no es solo mover las piernas. Es mover el corazón. Y el próximo año, lo volveremos a hacer.


Gracias por ser parte de este camino

Cada carrera, cada entrenamiento y cada sacrificio tienen un significado más grande cuando se comparten con quienes amamos. Este camino no es solo sobre kilómetros recorridos, sino sobre valores, esfuerzo y amor por lo que hacemos.

Gracias a quienes nos acompañan, nos alientan y nos inspiran a seguir adelante. A nuestros hijos, por darnos razones para ser mejores; a nuestras familias, por apoyarnos en cada paso; y a la comunidad de deportistas, por recordarnos que nunca corremos solos.

Sigamos adelante, con fuerza, con pasión y con el corazón en cada zancada.

❤️ Nos vemos en la próxima meta. ❤️

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